Regreso de un largo viaje por África, ... y el desierto parece aguardarme al otro lado de la puerta, mientras mi corazón quiere volver a los paisajes y las voces que quedaron atrás, como si al alma añorara revolcarse solitaria, otra vez, en el polvo de los caminos africanos.
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Soy de nuevo ese pájaro libre sin identidad precisa que es cualquier viajero, alguien que se asombra ante todo cuanto acontece a su alrededor.
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Porque viajar y escribir son en cierto modo una misma cosa: estar solo y vivir libre, no deberte a nadie salvo a tu suerte y a tu coraje, intentar vanamente trazar en el vacío una pincelada de eternidad, echarte la melancolía a la espalda y no saber muy bien quién eres.
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Viajar no es programar una ruta y seguirla a rajatabla, ni tampoco la aventura supone jugarte el pellejo en lugares donde asoma el peligro. La aventura del viajar es algo casi sensorial y, sobre todo, consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordinario la vida cotidiana de otras gentes en parajes lejanos a tu hogar.