sábado, enero 31, 2004
Carta de Julio Medem ante lo que le preparan en la ceremonia de los Goya
S.O.S




Han pasado cuatro meses desde el estreno de La pelota vasca, la piel contra la piedra, en los que la consigna que más me he visto obligado a decir (por alarma defensiva), es que el problema más grave del conflicto vasco es ETA, que mi rechazo al terrorismo es rotundo, sin peros, y que mi solidaridad y apoyo humano hacia las víctimas del terrorismo es absoluto, sin precio y sin esperar nada a cambio. Pero hay quien piensa que eso no es suficiente, que no les vale, y rechazan mi solidaridad como si les manchara; me refiero, claro está, a algunos miembros de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) que ha organizado una manifestación a la entrada de la entrega de los Premios Goya para protestar por la nominación de mi película, y contra mi persona. He leído en La Razón que habrá una pancarta con este lema: “Víctimas del Terrorismo contra El pelota vasco, la nuca contra la bala”. Y además se repartirán pegatinas con el lema: “No al Medem“. Sinceramente, esto ya es demasiado, la injusticia de esta situación es ya puro delirio. Yo no puedo más.

Esta es la primera vez que escribo en mi defensa tras el estreno del documental en el Festival de San Sebastián. Deliberadamente preferí no responder por escrito a la tormenta de puñales que cayó sobre mí, especialmente desde los medios de comunicación de la derecha, y me recluí frotándome el ánimo con la innumerable cantidad de mensajes de apoyo, en su mayoría privados (comprendo perfectamente, tal y como pintan los tiempos, lo comprometido de apoyarme públicamente). Pensé que ya nada más podría pasarme con esta película, que lo peor ya había ocurrido, y que la ceremonia de entrega de los Premios Goyas podría ser el punto dulce final (con o sin estatuilla) de toda esta horrorosa experiencia.

Lo primero que quiero dejar claro es que, para mi pesar, Cristina Cuesta (presidenta de COVITE, Colectivo de Víctimas del Terrorismo) rechazó participar en mi documental, y con ella, el conjunto de víctimas de su asociación. Es más, se dio el caso que llegué a entrevistar a Consuelo Ordóñez (hermana del concejal del PP asesinado por ETA), pero a los pocos días me llamó para que no la incluyera en el montaje. También quiero recordar que en mi película hay víctimas del terrorismo a las que les he dado un trato, más que respetuoso, privilegiado. Personas que aceptaron mi planteamiento de película polifónica, con una puesta en escena destinada a invitar al diálogo y a las que no les importó compartir montaje con personas ideológicamente opuestas. Estas víctimas son Daniel Múgica (hijo de Enrique Múgica, concejal de Leitza por UPN asesinado por ETA), Cristina Sagarzazu (viuda del Ertzaina Ramón Doral), Marixabel Lasa (viuda del socialista Juan María Jáuregui) y Eduardo Madina (Presidente de las Juventudes Socialistas de Euskadi que perdió una pierna tras un atentado).

Es decir, que los miembros de AVT no son las únicas victimas, aunque sí me parecen las más enfadadas y las más politizadas, y las que se creen con el real derecho a identificar y dar el marchamo de autenticidad al resto de las víctimas. En mi documental las hay incluso de sus mismos colores, y de otros, pero son, me atrevo a suponer, políticamente más independientes. No sé lo que pensarán los miembros de AVT, por ejemplo, de Marixabel Lasa, que tiene varios agravantes para formar parte de su coro. Por ejemplo, es la viuda de un socialista que luchó hasta su muerte por el diálogo político como vía para resolver el conflicto vasco. ¡Qué tiempos son estos en los que “DIÁLOGO” se ha convertido en una palabra maldita! El otro agravante, claro está, es que Marixabel Lasa (siendo socialista) es la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco. No me digas más, esas víctimas no valen, no están a la altura. Imagino entonces que Cristina Sagarzazu, por ser la viuda de un Ertzaina asesinado por ETA, como víctima en este caso sí nacionalista, se tendrá que conformar con un territorio medio, un purgatorio. Además, a ella no le ha importado compartir montaje paralelo con la mujer de un preso de ETA (en viaje a la prisión de Huelva), ya que entiende que esto no significa que se las compare o iguale moralmente.

Quiero reconocer mi especial debilidad por Eduardo Madina (el socialista que perdió una pierna en un atentado de ETA). Su testimonio marca el punto álgido, la cima moral de la película. Madina es un auténtico deportista del alma, precioso montañero de la buena fe que yo quiero poner aquí como ejemplo contra tanta atrocidad político-mediática; alguien, por ejemplo, que aún cuando ETA quiso matarlo poniendo una bomba en su coche, es capaz de solidarizarse con Anika Gil, una víctima de la tortura. Y como vergüenza recuerdo la forma en que esto es recibido por la AVT, a los que sólo les molesta que con el testimonio de Anika se está poniendo en duda la labor de la Guardia Civil. ¡Es que ella tampoco es una víctima?… Se niegan a creerla, y se acabó.

Daniel Múgica es la víctima que les resultará más cercana, la más aceptable a la AVT (y lo digo con mi mejor intención hacia ti, Daniel), ya que es el hijo de un concejal de Leitza por Unión del Pueblo Navarro. Partido que hace las veces del PP en Navarra pero que, por fortuna para mi película, está fuera de la disciplina central y, libremente, aceptó estar en la película. Recuerdo aquí que el Partido Popular se negó, yo diría que, airadamente, a que ninguno de sus miembros fueran entrevistados para el documental.

Quiero añadir aquí el caso de otra víctima del terrorismo de ETA que participa en la película, aunque no prestando su opinión sino como coproductora. Me refiero a Mireia Lluch, que es hija de Ernest Lluch, socialista asesinado por ETA que, como Juan María Jáuregui, se declaró abiertamente a favor del diálogo. Cuando Mireia, a la que yo no conocía, se enteró que estábamos buscando financiación para sonorizar la película, pidió verla. El montaje ya estaba terminado y Mireia, tras la proyección, me dijo que tenía una pequeña herencia de su padre, y que estaba segura de que a él le hubiera gustado que ese dinero se aportara para terminar un documental “tan necesario” (esas fueron sus palabras). Recuerdo a esos periodistas, que legitiman con datos falsos sus mentiras, que las subvenciones a mi película fueron denegadas tanto por el Gobierno Vasco como por el ICAA.

Las personas que rechazaron su participación, se trata de víctimas, han sido las más duras contra mi documental. Ya desde la semana previa al estreno en el Festival de San Sebastián, declararon su rechazo a la película sin haberla visto (dieron por buenos los comentarios de Gotzone Mora e Iñaki Ezkerra) e intentaron impedir que se estrenara pidiendo a Odón Elorza que la retirara. Si el alcalde hubiera sido del PP, mi película hubiera tenido graves problemas para nacer. Se han estado cebando a placer contra mi persona, contaminando mi imagen, … y yo no he podido responder con un mínimo de dignidad, como lo habría hecho si eso procediera de personas en una situación vital “normal” (no amenazadas). Es más, mi dignidad me ha hecho establecer un código de respeto a favor de ellos, que dice que mientras una persona esté amenazada de muerte por pensar de una determinada manera, yo, aunque piense de forma radicalmente distinta, no me siento capacitado éticamente para criticarle. Esa discusión de igual a igual queda postergada (aunque, sinceramente, no me quedan ganas de emplazarles para cuando ETA desaparezca, que por supuesto deseo que ocurra cuanto antes).

Mi pecado capital parece que consiste en que el documental no trata exclusivamente del sufrimiento de las víctimas del terrorismo. El resto de mis pecados derivan de este, ya que si en mi película reconozco y someto a debate la existencia de un problema político, según ellos estoy justificando el terrorismo, a parte de dar apoyo logístico al Plan Ibarretxe. Además resulta que soy incómodamente criminalizable, ya que me declaro no nacionalista; habrá quien piense que esta declaración me hace menos malo, pues yo no lo digo por eso, ya que existe el nacionalismo plural y no violento, lo conozco. Como también, y así se critica en mi película, existe el nacionalismo que pretende homogeneizar “al que se queda dentro y expulsar al diferente” (Imanol Zubero), o son ciertos los orígenes xenófobos de Sabino Arana (Iñaki Ezkerra, Joseba Arregi e Iñaki Villota), o la inacción de la Ertzaina con la Kale borroka (Teo Santos), o a la falta de “gestos inequívocos de ayuda y solidaridad hacia las víctimas” por parte del nacionalismo (Iñaki Gabilondo), o que el PNV aún no se ha hecho cargo,”de que el sufrimiento del no nacionalista es su sufrimiento como gobernante” (Felipe González). Aún así, para los miembros de la AVT, me he quedado corto, ya que no he sido capaz de criminalizar al nacionalismo con la brutalidad con la que lo hacen ellos, y no he dejado claro que el peor de los males políticos de España (después de ETA) es el PNV; incluso en mi película puede dar la sensación de que es el PP (siempre después de ETA), sobretodo si no ha querido estar dentro para explicarse, o defenderse.

Alguien cercano (a quien escuchen y quieran) debería decir comprensivamente al oído de cada miembro de la AVT, que el hecho de ser víctimas de ETA no les da más razón política, o ideológica, y mucho menos licencia para insultar, calumniar o amargar la vida de todo aquel que no piensa como ellos. Sí, alguien que les quiera de verdad debería ocuparse de ir rebajándoles las llamas del odio y el resentimiento, para evitar que su almas, corazones y mentes se perviertan irreversiblemente. Pero me temo que la gente que les rodea, o está ya muy envenenada, o son los auténticos marcadores y guardianes de esas consignas unionistas, patrióticas con las que esta España refranquista se vuelve a sentir Grande. Alguien debería alarmar a los miembros de La AVT de que desde algunos centros de autoridad se les están insuflando ciertas dosis de absolutismo. Mi gran insuficiencia ante ellos, y por lo que se permiten insultar a mi película y a mi de manera intolerantemente macabra, es ofrecerles todo mi apoyo y solidaridad humana por su situación personal, pero no la razón. Lo siento pero eso ya es mucho pedir, sobre todo cuando compruebo cómo se les está utilizando políticamente; pienso que el PP ha hecho de esto su plato favorito en este aterrador banquete en el que, a este paso, de nuestra querida democracia no van a dejar ni las sobras.

Tras la entrega de los Goya del año pasado, este mismo colectivo de víctimas, junto a Fernando Savater (que también declinó participar en mi película), criticaron con dureza a “los del cine” por el hecho de que espontáneamente algunos premiados dijeran “no a la guerra”, cuando en las anteriores ceremonias no habíamos dicho “no a ETA”. Como si el decir “no a la guerra” conllevara no dar la importancia que merecen los atroces asesinatos de ETA, o faltáramos al respeto a aquellos que están amenazados por la banda terrorista. Aquello fue utilizado políticamente para desacreditar y poner en entredicho la moral antibelicista de “los del cine”, con la vil argucia de que no vale su no a la guerra puesto que nunca han dicho no a ETA. ¿Alguien cree verdaderamente que hay algún académico que no está en contra de ETA?… Recuerdo las acusaciones que la prensa más reaccionaria hizo contra Javier Bardem, y en general contra todos los que nos manifestamos contra la guerra, espontáneamente o a través de la Plataforma Cultura contra la Guerra. Parecía que cuanto más alto dijéramos no a la guerra, más cerca estábamos de los etarras. Para protestar contra estas acusaciones de algunos medios de comunicación, y proteger la maltratada imagen de Javier Bardem, se organizó una concentración del mundo del cine y del espectáculo en el teatro Alcázar. Allí leímos un comunicado en el que, por un lado, pedíamos que nadie nos obligara a manifestarnos contra ETA, o contra otras barbaridades crónicas (se hablaba también de la violencia doméstica o la prostitución de menores…) y que el no hacerlo no nos convertía en sospechosos ni en cómplices de nada, y que por otro lado, lo que nos unía era la imperiosa prioridad, que requería todo nuestro consenso, para que tuviera el máximo de eficacia nuestro NO grande y único a la Guerra de Irak. Estábamos viviendo una crisis aguda.

En cualquier caso, uno de los nueve puntos del escrito estaba dedicado a condenar el reciente asesinato a manos de ETA de Joseba Pagazaurtundua, y a mostrar nuestra solidaridad a los familiares de la víctima. Con el teatro Alcázar lleno y los medios de comunicación rebosando el escenario, tras la lectura del comunicado coreamos repetidas veces el famoso “NO A LA GUERRA”. Imanol Arias, sentado una fila por delante de mi, mostró a la audiencia un folio en el que se leía: “ETA NO”. Y comenzó a gritarlo. Evidentemente el teatro se sumó al grito. Hasta aquí, por mi parte, ningún problema (esto se lo estoy diciendo exclusivamente a Imanol). Lo descorazonador y preocupante fue comprobar lo que la mayoría de los medios de comunicación hicieron con ese acto, a excepción de El País, y poco más. Por ejemplo, en la portada del ABC salía Imanol Arias con el cartel contra ETA, y yo detrás con el gesto evidente de estar acompañando su grito. El titular decía que por fin las gentes del cine nos habíamos atrevido a decir no a ETA, sin mencionar que dijimos un clamoroso no a la guerra, motivo de la reunión. Por cierto, cuatro meses más tarde mi cara volvió a salir en la portada de este encantador periódico, con la frase: “la película de Medem acusada de incitar al terrorismo”. Para terminar este asunto de portadas del gusto de la extrema derecha, recordaré la de La Razón al día siguiente de la clausura del Festival de San Sebastián, en la que sobre una fotografía de archivo (del marzo anterior) con Javier Barden en primerísimo término y, detrás, otros compañeros gritando contra la guerra, se podía leer, algo así: “Los actores españoles se niegan de nuevo a decir no a ETA”. Por cierto que Javier Bardem ni siquiera estuvo en el Festival. ¿Qué se han creído algunos para imponernos que digamos lo que, donde y cuando ellos quieran?

Ya han dicho los de la Asociación de Víctimas del terrorismo que en la ceremonia de entrega de los Goya de este año quieren cambiar el no a la guerra pasado por el no a ETA, y que van a entregar pegatinas a la entrada. Saben de sobra que nadie se va a atrever a rechazar ponerse una pegatina en la que ponga “ETA NO”, primero porque todos estamos de acuerdo, pero, y teniendo en cuenta la presencia masiva de medios de comunicación, ¿a qué tamaño va a quedar reducida la espontaneidad, independencia, o libertad que se le presupone a este tipo de declaraciones en una entrega de premios?… Y yo… ¿qué hago poniéndome un “ETA NO” de manos de alguien que llevará un “no a mi persona”?… Sólo diré que en una situación de absoluta libertad, sin coacción, me lo pondría encantado. Pero esta pesadilla que me espera no es el caso.

Lo que me resulta más surrealista es cómo reaccionaran mis compañeros cuando una víctima del terrorismo le ofrezca una pegatina con el “No al Medem”. Eso no quiero verlo, y, si alguno pasa accidentalmente por delante de mis ojos, por adelantado les prometo que haré el esfuerzo de autosugestionarme, para creerme que no lo he visto. Esta iniciativa es lo más vil y canalla que me han hecho nunca.

Y va a haber velas a mi paso para recordarme los más de 900 asesinados por el terrorismo, ¿y yo que hago entonces…enciendo una vela? No querrán. Ya me han juzgado y condenado al desfile de los manchados de sangre, de los que cuando viajen por España corren el riesgo de que españoles de solo tele le indiquen con el dedo (como sospechoso de lo peor), a ser carne de cañón de esta linda prensa que nos está creciendo. Entonces qué… ¿les miro a la cara con un gesto de cariño (pensando que ojalá ETA no hubiera existido nunca)?… lo van a rechazar. ¿O intento adivinar en sus ojos cuántos han visto la película?… Lo mejor es que cierre los ojos y recuerde la ovación final del público en el Festival de San Sebastián, y sobre todo el abrazo entre lágrimas de emoción y agradecimiento que recibí de Daniel Múgica (el hijo del concejal de UPN asesinado por ETA). Pues sí, también aquí podría abrazar a alguien, si me dejaran, me gustaría… Nadie me va a dejar, tampoco, que le hable cariñosamente al oído; además, corro el riesgo de que me pongan una pegatina de “No al Medem”.

¿Qué hago?… Ni siquiera les va a hacer ilusión que les dedique el Goya (si es que me lo dan). No tengo nada que hacer, sólo aguantar el día más injusto y desmoralizante de mi vida ¡Socorro!





Julio Medem

29 de enero de 2004