Realmente los precios de las habitaciones son económicos (la habitación triple con cuarto de baño nos costó 175dh, vamos unos 17 euros). En nivel de limpieza es muy bueno y la decoración del hotel es una mezcla entre patio andaluz, casa marroquí y algo de estilo hippie y surfero. Realmente proporciona una satisfacción visual muy buena. El hotel tiene dos partes, la antigua que data de 1940 y es donde están las habitaciones que no tienen baño, y otra más moderna. En la parte superior se sitúa la terraza panorámica, donde habitualmente tienen instalada una khaima con sofas, donde poder holgazanear, leer, meditar e incluso dormir “friskito” por las noches. Aunque la temperatura suele ser bastante agradable al estar a pie de mar. Por la noche con las ventanas abiertas de la habitación puedes escuchar el murmullo del mar, una bonita nana para dormir soñando con aquello que más quieres... Y si el mar está en calma puedes escuchar el silencio...
El trato en el hotel es totalmente familiar, hablan castellano casi todos y no tienen ningún tipo de problema para responderte cualquier tipo de pregunta por más tonta que sea, compartir un te contigo o tener una reunión con música en vivo a la luz de las velas. Realmente para dejarse llevar... La noche que estuvimos tocaron una canción tras otra, animando a que participáramos, a que improvisáramos, a que bailáramos, en fin haciéndonos partícipes de su momento de diversión como a uno más. Estaban unas chicas francesas, una pareja de americanos y nosotros. Pero la estrella invitada fue Mahrom, un chico local que sabe llevar la alegría donde va y que cuando lo conoces te das cuenta de cuan especial pueden ser las personas... Si no que se lo pregunten a Kàtia (jejejeje)