Hacía tiempo que no estaba en Palma de Mallorca. Lo menos, no sé, puede que incluso 6 años. Y la verdad es que sigue siendo un sitio magnífico para recorrer tranquilamente y disfrutar de un urbanismo, que fuera de los agobios de la temporada alta, puede trasportarte a otra época.
El hotel en el que me he alojado está a pies del castillo de Bellver. El castillo tiene una curiosa forma circular, dándole un encanto especial. Recuerdo que la primera vez que lo visité había un coro también de visita y se pusieron a cantar. El suave murmullo de un coro bien aleccionado, fluyendo entre las columnas, rebotando en la sillería hicieron que fuera una experiencia para recordar.
Desde el hotel también hay una vista excelente de toda la ciudad, incluyendo una grandiosa catedral, que con la iluminación nocturna gana un protagonismo bien merecido. La impresionante catedral, construida sobre la misma línea de mar, al borde del parque del mar preside el litoral de Palma, y es el centro gravitatorio del barrio judío. Adentrarse por sus callejuelas estrechas y sinuosas, encontrarse con fabulosos patios interiores es poder viajar al pasado. Adentrarse en la ciudad medieval, con sus sinagogas, baños e iglesias ayuda a conocer una Palma muy distinta de la que se puede uno encontrar en el arenal o cualquier otra zona de turismo estacional.
Por supuesto que la gastronomía también es excepcional, el arroz caldoso de bogavante o el arroz negro de sa pobla son dos ejemplos de cocina autóctona, junto con otras delicias como el calamar confitado o la sepia a la mallorquina servida con patatas y frita con sobrasada.... Hmmmmmmmmm
Eso sí, el aeropuerto tiene pasillos muuuuuuuuuuuuuuy largos, menos mal que hay cintas en las que puede dejar deslizarse mientras observa a todo tipo de gente que se desplaza de una ciudad a otra, como si de saltos se tratara. Muchas historias pasan por un aeropuerto. ¿Te puedes imaginar cuantas?
Espero haber servido de ayuda. Y por supuesto que para ti también un besazo...